El doctor Tarrés
Fuente: e-cristians Autor: e-cristians

Un hombre dedicado totalmente a los demás. 

Polivalencia en el apostolado, un trabajo incansable basado en el amor, una radicalidad mística muy simple y la entrega total a los demás son seguramente los cuatro principales ejes de la vida de Pere Tarrés. Dicen que todos llevamos un niño dentro, y él no es una excepción, ya que sus 45 años de vida (1905-1950) fueron precisamente eso: una presencia constante de la ternura infantil. El doctor Tarrés vivió de todo: brillantez en los estudios universitarios de medicina (la dirección espiritual del padre Serra, de la Congregació de l’Oratori a Gracia, influyó mucho aquellos años), con un reconocimiento por parte del doctor Esquerdo, una etapa en que tuvo que esconderse por las amenazas durante la Guerra Civil (pero no perdió el tiempo, ya que rogó y escribió mucho), la asistencia médica en un frente del ejército republicano, la formación y la etapa de presbítero, unido a sus fecundas conferencias y ayudas desde la fe a mucha gente) (la Acción Católica femenina de Sarrià es el ejemplo más claro).

El testimonio cristiano del doctor Tarrés, que era (por cierto) un grande devoto de la Madre de Dios, es el de un creyente que, totalmente consagrado a la voluntad de Dios, sobrevivió a los horrores de la Guerra Civil, donde muchos murieron por esta misma fe. Él, en cambio, pasó también por los mismos riesgos y fue después cuando dio su vida ya que, en nombre de Cristo y consciente de la grave enfermedad que empezaba a tener, no quiso tener ningún privilegio y siguió trabajando incansablemente para comunicar el amor de Cristo a los demás.

Evidentemente, Pere Tarrés vivió una época muy diferente a la actual, en la que hablar de pureza y castidad es como ir a contracorriente. El doctor Tarrés, sin embargo, fue muy escuchado y aplaudido cuando se erigía en un gran apóstol de la castidad, que alcanzó precisamente en forma de voto en el año 1927, mucho antes de entrar en el seminario. Ahora que lo que está más de moda es el vicio contrario (la promiscuidad sexual, la infidelidad y la cultura de la transgresión en general), puede tener vigencia esta idea que él difundía tanto: “La virtud de la castidad (que no tenemos que confundir con el celibato) es el mejor exponente del autodominio y la garantía más sólida de la verdadera feminidad y la verdadera virilidad”.

Un trabajo incansable por la fe y desde la fe

A grandes rasgos, éste es el doctor Tarrés que la Comisión probeatificación está reconociendo para que el Su Santidad lo eleve a los altares. Un personaje que trabajó en Cataluña y desde Cataluña para la fe, una fe que Cristo difundió y que comunicó sin embudos. Quizás Pere Tarrés, aunque da nombre a una importante fundación educativa y formativa de la diócesis de Barcelona, es demasiado poco conocido tanto en Cataluña como en el resto de España. 

Por otra parte, el doctor Tarrés fue un hombre que sabía valorar el trabajo, y por ello el elemento obrero fue también esencial en su vida. Precisamente su último esfuerzo, cuando ya estaba muy enfermo el 4 de mayo del 1950, fue para los obreros: una romería en Montserrat con familias obreras. Un momento significativo es la vuelta de la Santa Cova de la Mare de Déu, cuando Pere Tarrés iba literalmente en brazos de un de los peregrinos, quien lo ayudaba a combatir el cansancio. La Clínica de Mercè y el Organismo Benéfico Antituberculoso, ambas obras sin tener ni un céntimo, fueron dos de los grandes frutos de su obra médica y social. “Al morir dejó, como capital propio, 80 céntimos. Pero tras de si queda el rastro de sus magníficas obras”, decía un opúsculo con la fotografía de Tarrés.

Era un hombre desprendido hasta el punto que no quería nunca volver a casa con dinero, porque las visitas a enfermos pobres eran más importantes. Además, Pere Tarrés no quiso, por ejemplo, tener nada más que lo que consideraba estrictamente necesario en su parcela de la residencia sacerdotal donde vivía. Mientras su madre estaba en este mundo, quiso reservarle las mejores atenciones, pero cuando murió, todavía se desprendió de una cuenta corriente con algún ahorro. “Mientras haya pobres en el mundo, hay que darlo todo”, decía.

La muerte de Pere Tarrés, en la cama de la Clínica de la Mercè que él consideraba un altar, fue como la de un místico consagrado plenamente a la voluntad de Dios. Incluso cuando el doctor Manresa tardó en decirle que su enfermedad era grave, él le comentó: “Lo has hecho muy bien. ¡Hazlo así con otros casos como el mío!”.

Actualmente, el proceso de beatificación de Pere Tarrés está en marcha. La comisión que vela por este reconocimiento de la Iglesia ha recogido testimonios de personas vivas que convivieron con este ejemplar médico y sacerdote.